jueves, 1 de octubre de 2020

 

Recibo una llamada de un número desconocido y marco el número de Coga. Él me advierte, también hemos recibido una llamada de un número desconocido en casa. Ceno frente al Ulzama un bocadillo de tortilla con una lata de cerveza que no me acabo. Me apetece más relajar la vista que masticar. El perfume del agua está en la brisa. Y me doy un baño de iones negativos. La temperatura de la tarde es agradable. Recibo un mensaje de Jorge. Él va a pasar la noche en una pensión de Pamplona. Me acuerdo de Francisco, el peregrino que estuvo en la cárcel, y le envió yo uno. Él se alegra, está en el Camino, en Mansilla de las Mulas. Entablo conversación con una mujer de Álava, ha venido a conocer el batán, que antes de serlo fue molino harinero. Ahora es un centro de sensibilización del parque fluvial.


Después con Moisés. Moisés es seglar, no ha sido ordenado sacerdote. Ellos no ofician misas. Se ha pasado la vida enseñando. Atender a los peregrinos le parece gratificante. A mí me ha atendido estupendamente. Humanidad a raudales es lo que se puede beber en sus ojos. El reuma lo acucia. Vivir en el convento no lo mejora, es mucha la humedad para sus huesos. He respirado la iglesia que él me ha mostrado. Me ha facilitado todo tipo de explicaciones. Luego anduvimos por el patio. Ahí lo dejo y voy a resguardarme en el interior del albergue. Escribía otro mensaje para Laura en el libro de peregrinos número 13, en la pagina final, cuando Moisés ha vuelto en mi busca, porque ha llegado otro marista y quiere presentarle a la asturiana. Él que conozca el Tarot se habrá dado cuenta de la coincidencia.


Moisés y su amigo me han estado contando algunas anécdotas. Se nos ha unido Cristina, que ha estado estudiando en Sevilla. El Camino será su tesis de fin de carrera. El tema el turismo, la reactivación de algunos puntos del Camino, como Foncebadón... Mañana tiene citas en Pamplona con alguna autoridad. Y es un alivio no padecer sus ampollas. Luego la charla es con Vincenzo. Ha sido marino. Se ha casado muchas veces. Tiene una hija de su primer matrimonio, cuya madre es la única mujer de la que ha estado enamorado y un hijo de ocho años de su último matrimonio. Con Cristina, mientras me doy un largo masaje en los pies, continúo hablando de su tesis, en la habitación en la que dormimos con Françoise. Es difícil encontrarse una sola en el Camino.


Duermo estupendamente. El primer café me lo tomo sentada en las escaleras del patio del albergue, admirando el silencio de la hierba y los árboles, entre los dulces trinos de los pájaros y la tranquilizadora humedad del rocío. Me pareció un sueño y revivió en mí la infancia. Vincenzo me pidió que no me fuera sola, que los esperase. Desoí sus palabras y me precipité a irme. Anduve por la calle Mayor de Villava hasta que la kale Nagusia se convirtió en una calle de Burlada. Los pies me duelen pero no como me dolían ayer. De un día para otro las plantas reposan y mejoran. Un grupo bastante numeroso de niños caminan con sus mochilas delante mío. Van dándole patadas a la lata de un refresco. El ruido me retumba en los oídos, es un incordio y hasta me experimento temerosa porque sigo envuelta en el candor de la infancia. Como me hubiera sucedido cuando era niña. La lata como fuere viene a dar con mi pie. La empujo hacia ellos y cruzo la calle por el paso de cebra. Quiero ponerme fuera del alcance de los niños. Frédéric, un francés al que no vi en el albergue, se gira al percibir el golpeo de mi bastón. Me espera y sin intercambio alguno de palabras, sólo con una mirada comprensiva, acoplamos nuestros pasos. ''Todavía agradezco estos contactos porque no llego a confiar del todo en que mis ojos no perderán la dirección de las flechas''. Pronto dimos alcance a Franz, un alemán al que recuerdo que sonreí al ir a acostarme, cuando él estaba sobre su litera y que era callado pero muy agradable. Entramos, como de mutuo acuerdo, en la cafetería-bar Etxabe. Les pregunto qué desean tomar y encargo nuestros desayunos en la barra. Frédéric habla inglés con acento francés y también se comprende en español. Yo procuro sonreír mucho y explicarme poco. Escribo mientras ellos se terminan el desayuno.''Me gusta esta cordialidad que se respira en el ambiente peregrino. Con tan poco parecemos tan contentos todos''.


El día era soleado aunque fresco. Salimos de Burlada. Nos desviamos a la derecha, a la altura de un colegio... Yo iba pisando sobre la hierba, andamos por entre huertos y casas, y hay una primera vista de Pamplona en que la urbe, con su catedral, se muestra espléndida. En el puente gótico de la Magdalena les tomo una fotografía. Ellos no me ofrecen lo mismo. No me importa. Las imágenes se estampan en la memoria. Unos pasos más allá las murallas defensivas de la ciudad impresionan. Las sensaciones recorren los brazos y los antebrazos. La historia me interroga y Frédéric me pregunta por el significado de Iruña. En la calle del Carmen detengo a dos mujeres pero ellas no saben decirme y Frédéric me lo agradece igual.


A la catedral se llega por el antiguo barrio de la Navarrería. Pamplona hasta la catedral recuerda al Oviedo de Vetusta. Frédéric, Franz y yo atravesamos sus puertas. El sonido interior crecía en ''decibelios''.¿Habían designado los dados del destino que hubiera ido a dar con mis huesos en el pozo? En la pared Norte observaba la pintura de un pozo.''Lanzo en pos de mis deseos una moneda metafísica de suerte que lo alcanzo''.''A veces te hundes,/ caes en tu agujero de silencio'' - escribirá Neruda en un poema llamado 'El pozo'. Y leyendo en las diferentes líneas del 'Yi-King', en las del hexagrama 48, cuyo nombre es el pozo de agua, se obtiene el dictamen: ''Puede cambiarse de ciudad,/ más no puede cambiarse de pozo''. Ese pozo que me sigue allá donde voy es mi afección.

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