jueves, 1 de octubre de 2020

 

8h56min. ''La conductora del alsa es la primera persona que hoy es auténticamente amable conmigo en esta ciudad'' -escribo en la Moleskine, una de tamaño cuartilla que también guardo en la bandolera, que por eso tiene un peso considerable.


A la llegada a la ciudad de Falbalá me refugio en la confitería Cortina. La sensación es la de estar desolada por dentro. Pido que me envuelvan dos pinchos de tortilla y un pastel. A las 10h15min. ocupo el asiento 7 -A- en el coche cuatro con destino a Madrid.


Hasta León miro a ratos una película de galeones hundidos. En León me desorienté pero tuve suerte al preguntarle a Jorge de Gijón, que acababa de llegar de La Graciosa, y se dirigía a Roncesvalles. No digo como yo porque yo sólo lo decidiré en ese momento. Hasta ahí mi destino tanto podía haber sido Jaca como Roncesvalles. Había estado leyendo a Juan G. Atienza y este en alguna parte dejaba dicho que Jaca significaba seguir el camino de la vida y Roncesvalles el de la muerte. Pues bien, yo iba a seguir el camino de la muerte. En León la plaza la tenía en el vagón tres y el asiento 16 -A-.


A las 13h33min., al paso por Sahagún, al divisar el ladrillo de su románico-mudejar, me pregunté cuándo alcanzaría ese punto pero debí haberme preguntado más bien cuántas veces...


A las 15h02min. nos encontrábamos en la estación Rosa de Lima, en Burgos. Y a partir de ahí fue cuando me entretuve con 'El prado de las estrellas'. Una película escrita y dirigida por Mario Camus. Y cuando aparté los ojos de la pantalla lo que vi fue, si mal no recuerdo, la iglesia del Santo Sepulcro de Estella. Uno de los lugares del Camino con los que había soñado. Y por tanto relevante para mí.


A la llegada a Pamplona Jorge y yo nos buscamos. Cuando habíamos decidido tomar un taxi hasta la estación de autobuses, conocimos a Guillermo de Vigo que se nos unió. Guillermo era encantador, tenía una sonrisa que invitaba a la amistad, y estuve a punto de seguirle a Saint-Jean-Pied-de-Port pero hubiera sido una locura porque en lo físico apenas me había entrenado. Los últimos días habían sido como habían sido y eso no me dejó tiempo para andar tanto como tenía previsto. Nos tomamos un café en la estación y nos acercamos a la ventanilla de la Montañesa para sacar los billetes. Yo me separé de Jorge y Guillermo cuando hubo que meter la mochila en el portaequipajes. Éramos muchos los que queríamos subir a Roncesvalles y daba la impresión de que para todos no habría plaza. El viaje fue mareante y llovía. El autobús iba atestado. Yo en el único que me fijé fue en Thomas. Un muchacho rubicundo que emanaba algo calurosamente humano.


A las siete y media, divisando las montañas nevadas, me resigno a quedarme en Roncesvalles. Mi camino es posible que no hubiera llegado a ser ni Camino de haber seguido a Guillermo en su aventura, que tuvo que tomar un taxi en solitario.


Por esa época fumo Royal Crown y dejo que todos me adelanten en la fila para sellar la credencial. En realidad, las filas son dos, y evolucionan a lo largo de la mesa. Hay que cubrir una especie de encuesta. La cama son seis euros. La de Jorge, en cambio, son cuarenta porque dice que va a darse un homenaje por ser la primera noche y va a dormir en La Posada, el primer edificio civil de Roncesvalles.


En el albergue Itzandegia dos holandeses te conducen hasta tu litera y te facilitan una almohada que al día siguiente habrá que dejar en el mismo lugar. A mí me ha tocado una cama alta pero mi vecina, la del sombrero vaquero, me asegura que me puedo pegar mucho a ella, si es que me da miedo caerme. Y a las carreras para reencontrarme con Jorge, aunque luego los dos volvemos a apurar unas caladas rápidas delante de la puerta de la colegiata, cuando la misa ya ha dado comienzo. Empujamos la puerta y trasladándonos por un lateral dimos con dos sillas vacías. Los canónigos se abrieron paso hasta el altar con un cántico espiritual. Mis grillos y cigarras se hicieron más intensos y se acoplaron en estéreo como si me encontrara en plena naturaleza. Como la mañana en que me baño en Requexinos desnuda un día de Navidad. Creo que digo que ''la misa era para el alma, que aunque pagana comulga con los ritos de cualquier otra religión o espiritualidad''. Jorge, cuando nos pidieron que nos diéramos la paz, me dio un abrazo como los que yo acostumbraba a darle a mi madre. E indudablemente fue emocionante cuando se nombraron todas las nacionalidades y regiones españolas y nos pidieron a los peregrinos que nos acercásemos al altar para recibir la bendición peregrina. ''Un sacerdote fijó su vista en mi piedra, el cuarzo que llevaba colgado del cuello, y sus ojos reflejaron su tacto rígido mientras su faz era adusta. Luego, no sé por qué, miró a mis ojos y los suyos se dulcificaron''. Yo pedí ser protegida. Pedí que nada de lo que sucediera en el Camino dañase mi cuerpo, mi alma o mi espíritu. Jorge, al final de la misa, me sugirió que fuéramos a cenar algo juntos a La Posada. A ninguno nos apetecía un menú, así que no pasamos al comedor, y conseguimos dos asientos en el bar, donde engullimos sendos bocadillos de tortilla, él con una cerveza y yo con un vino. En seguida se nos presentó Pablo, un australiano de origen español al que no le presté demasiada atención hasta que mencionó 'El día de la marmota', película que de aquella no conocía pero que será, es posible, la película que, desde entonces, haya visto más veces a lo largo de mi vida. A excepción de 'Milou en Mayo'. Yo con 'El día de la Marmota' voy a llegar a proponer algo interesante en el Camino del personaje. No sé si Adso lo aprobará, porque él siempre está pensando en el ''mensaje'' pero es que el ''mensaje'' soy yo. Mi particular manera de ser, porque lo cierto es que no creo que muchos esquizoides se hayan animado antes a abrirse y a franquearse como son.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me encuentras más facilmente en lasoledadcomoananke@gmail.com