jueves, 1 de octubre de 2020

 

La mochila la había adquirido meses antes, igual que el saco de dormir, la capa de la lluvia, y el bastón que olvidaré sobre la mesa, en la que también me desprenderé de las llaves. La mochila no llevaba ninguna concha sino una flor de marihuana sobrehilada. La mochila debía de pesar unos diez kilos. Y en cuanto me eché a andar con ella tuve la sensación de que no lograría mi objetivo pero me equivocaba. A ese peso me iba a terminar por acostumbrar pronto. Moverse con la mochila es algo natural.


Aún no eran las cinco de la mañana cuando descendía por la calle e iba en busca del piso del señor Palmer. Hice sonar su timbre. No habíamos quedado en nada pero yo había decidido improvisar. Si teníamos que hacer el amor eso sería en ese momento. Habíamos estado cruzando mensajes hasta la tarde del día anterior, cuando yo encendí velas negras y mi cuarto se pobló de sombrías telarañas. En mi delirio las aluciné mágicas. La profecía de un encuentro venturoso, a pesar de lo tétrico de su apariencia. ''Vivir, ser feliz, experimentar la dicha'', eso aseguraba querer el señor Palmer. Pero estoy ahí y él no me abre la puerta y la madrugada está fresca, así que me siento sobre mi mochila y para entretenerme escribo alternativamente mensajes tanto al señor Palmer, como a Avril Lesavant.


''Pasamos por la vida y las cosas que nos importan en realidad son mínimas: la subsistencia, el auténtico amor y la lucha''.


''Lo que nos gusta conocer no son las historias que llamamos oscuras, que salen a la luz. Lo que nos atrae son las historias secretas, que se comparten.''


A cierta hora llega un vecino que me halla ahí y al que yo saludo pero lejos de responderme sólo me mira con desconfianza. Espero -para mis adentros- que eso no sea un avance de lo que habré de encontrarme durante el viaje. Son ya cerca de las ocho cuando el señor Palmer asoma por la puerta y lo conozco, después de tantos años, como Laura me ha contado que es él cuando se enfada. ''¿Qué haces ahí? -me pregunta. ¿Y cómo se te ocurre llamar a esas horas a mi casa?'' Pero me dice María y no Carmen. ''Tú ya sabes cómo soy -le digo. ¿O esperabas que el mío fuera a ser un Camino normal?'' A eso niega con la cabeza, amenazando irse pero no se va. Entonces, yo saco de mi bandolera un saquito de color sangre y le digo: ''Venga concéntrate y toma un arcano''. Y aunque parezca increíble, él acepta la propuesta y lo hace y cuando lo hace yo palidezco al mostrarme la carta. Era el arcano de La Torre, la carta de la catástrofe. Si hubiera sido un Tarot de Marsella habría sido La Maison de Dieu pero este que llevaba conmigo era un Tarot Rider-Waite. En cualquier caso el arcano número XVI. El señor Palmer también lívido observa: ''Esto no puede significar nada bueno''. Trato, entonces, de tranquilizarlo mientras me pongo de pie y comenzamos a movernos. Me dice que Laura lo ha llamado porque se ha despertado con un dolor en las cervicales. ''¿Vas a ir a verla?'' -me pregunta. Y yo le respondo que al menos lo voy a intentar. Pero muy en mi papel de psicomaga, le pido que me muestre el arcano y, en medio de la calle, delante de la casa de su madre, realizo una coreografía en la que trazo, con mi cuerpo, una estrella de cinco puntas, asegurándole que con ello he anulado cualquier potencia maléfica que se desprenda del arcano. Así de chiflada estoy pero porque él tampoco deja de ser supersticioso. Y es cuando alcanzamos el portal de Laura y nos despedimos ahí, él aún agrio, es para mí la representación misma del arcano.


Así que llamo al timbre y es con Laura con quien hablo, que se estará preparando para ir al instituto. Le pregunto que si puedo subir a verla y me dice que sí. Son ocho pisos sin ascensor porque está estropeado y cuando llego arriba estoy chorreando sudor por el esfuerzo. Laura me recibe y vamos a su habitación y le anuncio que quiero jugar un juego con ella y ella acepta. Así que materializo un círculo con mi Tarot en el que Laura queda dentro y le pido que pise uno de los arcanos y el que pisa es el de La Emperatriz, la inteligencia, el arcano número III, que le pido que conserve. También le pregunto que si puedo conocer a su hermano mayor. Y ella grita: ''Riki, ven que te voy a presentar a una amiga''. Riki también consume las mismas drogas que Laura pero de él sus padres no desconfían. ''Toma -le digo. Elíge lo que que quieres quitarle a tu hermana''. Riki, que se prepara para ser abogado, duda. Pero yo le ''confío'': ''Tu padre también tiene uno'' y Ricki, aunque no da crédito, se lleva consigo el arcano de El Juicio, el número XX. En su sentido más positivo el comienzo de la anábasis. Y de algún modo, simbólicamente, esas son las cosas que yo dejo atrás al abandonar la ciudad origen.


Para realizar este tipo de juegos hay que tener valor y hay que estar dispuesto a interpretarlo en positivo, porque si no uno se sugestiona y puede dejarse condicionar demasiado por ello. El Tarot es un juego que fomenta la intuición.


Mientras bajamos por las escaleras Laura me confirma que en la actualidad las relaciones con su padre son inmejorables. Yo le hago una nueva confidencia, antes de este día le he hecho otras... Le digo que estuve en el piso de su padre y que él fumó cannabis. Al principio Laura no me creyó pero cuando le conté de que habían estado hablando ellos, cuando ella lo llamó, no le quedó duda alguna de que le estaba diciendo la verdad. Y entonces me hizo la pregunta clave: ''¿Y cómo es mi padre cuando fuma?'' ''Maravilloso, Laura, maravilloso. Es un hombre como para enamorarse de él''.

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